Cuando empecé a formarme como auditor en 1996, todavía no se había comenzado a trabajar con ordenadores. Un gerente escogía su equipo de ayudantes en base del número de maletas que podía cargar en cada brazo. Un socio evaluaba la calidad de la auditoría levantando los archivos para comprobar que pesaban suficientemente. Un mundo de papel lleno de ticks-marks (de hecho uno de mis clientes apuntaba con lápiz cada asiento contable).
Han pasado 20 años muy rápidamente. Aunque Andersen lideró el novedoso modelo de auditoría de controles, el gran debate sobre el tipo de trabajo a realizar continúa dando vueltas en círculos. No obstante, casi todos están de acuerdo en que es necesario que un auditor revise no sólo la información histórica, sino también expresarse sobre la información financiera proyectada. La forma de hacerlo todavía sigue debatiéndose hoy en día.
ICAEW (Institute of Chartered Accountants of England and Wales) está liderando este debate.
Mirando hacia el futuro se considera que la próxima generación de auditores necesitará las siguientes capacidades:
Ética y valores
Ser “guardianes del conocimiento de la información” con habilidad para analizar grandes volúmenes de datos
Ser ágiles, multidisciplinarios y consultores de negocio
¿Cómo será un auditor en un plazo de 20 años? Abarcará, más que nunca, una evaluación de cómo los equipos directivos toman decisiones, de cómo se maneja la información y de las consecuencias que tendrán estas decisiones en terceras partes afectadas.
ICAEW cree que la ética tiene que liderar el aspecto humano en decisiones y consultas empresariales.
¿Quién nos podrá asesorar sin no son los auditores?